«En primer lugar ¡gracias! En especial al grupo que ha realizado este trabajo, Díaz-Rubies-Flores-Gispert, por la oportunidad que me brinda. Es para mí un privilegio dedicar éstas frases a una entidad, el Judo Barcelona que, sino cambió, si encauzó mi vida durante mi adolescencia y juventud y ha sido un referente durante todo éste tiempo.
Disculpad, no obstante, que las citadas líneas estén sacadas de mi propia experiencia».
Empecé la práctica de Judo en Enero de 1959 -casi fue un regalo de Reyes- ya que existía una entrada (500 Pts.) más el mes en curso (190 Pts.) Y el alquiler del kimono (25 Pts. /mes) éste sólo se podía alquilar tres meses, pasado éste tiempo había que comprarlo (550 Pts.)
Me inicié en el Club de la calle Aribau 230 porque Henri Birnbaum había empezado su andadura en el año 50 en un pequeño local de la calle Casanova cruce con la calle Sepúlveda.
Tenía yo entonces 15 años y decían que era muy joven para empezar aquel deporte…
El profesor Henri Birnbaum, judío de origen polaco y criado en Paris dirigía el Judo Club Barcelona, o como rezaba en un cartel, Academia de Judo y Jiu-Jitsu de España.
Aquel hombre al que todos trataban de señor, no era un entrenador ni tampoco un profesor: era un Maestro. Aquel hombre enseñaba -sobre todo- educación.
En el momento de mi iniciación el señor Birnbaum abría el Club a las 5 de la tarde -clases infantiles- 18.30 -clases de adultos- y lo cerraba a las 9 de la noche. Permanentemente vestido con su judogi, él se encargaba de impartir todas las clases. Los lunes, miércoles y viernes las instalaciones abrían de 12 a 14 horas y los sábados por la tarde, de nuevo: clases de niños. Fue más adelante cuando contó con otros profesores (Talens, Patrini, Páez…) dado el incremento de practicantes.
Personaje a destacar, Palau, secretario del Club. Eficiente en su labor, trataba a todo el mundo por su nombre de pila, y era un experto en reclamar las cuotas aunque todavía no hubieran vencido. No quiero olvidarme de Grima que durante unos años se encargó de organizar la galería de quimonos.
El local estaba situado en la 8ª planta, letra X. Dos ascensores de pequeño habitáculo ascendían a los diferentes pisos, ¡Sólo subida! Al abrir la puerta del “dojo” aparecía ante nosotros una lona inmensa. La primera vez que la abrí confundí aquel tatami con una piscina (200m2., sin columnas). Si a esto se añade el vestuario, duchas, la galería de kimonos, el cuarto de servicios: lavadero, tendedero… el despacho, la secretaría… nos vamos a una enormidad de metros cuadrados
El envoltorio era todo un diseño excepcional, Ricardo Sala, esculpió en el frontis del Club unas técnicas coronadas por la frase: La cortesía es la principal regla del Judo, iluminadas todo por focos o por la luz natural de unas enormes claraboyas de día.
En el frontal opuesto a las molduras de Sala se hallaba presidiendo el recinto una foto de Kawaishi, profesor de Birnbaum, con su cinturón rojo y blanco de séptimo Dan. En el otro ángulo, el cuadro de grados, desde cinturón blanco a cinturón Negro.
Tan funcional y acertado marco lo remataban cuatro grandes ventanales apaisados que daban a la calle Aribau y cuatro bancos blancos y sus correspondientes ceniceros de pie.
A pesar de lo grande que hoy me sigue pareciendo aquel recinto, fue para mí entrañable y seguro, un lugar acogedor y maravilloso dónde encontré:
.Un profesor
Que dirigía con entusiasmo y dedicación. Con maestría y tesón. Su ejemplo lo trasmitía de generación en generación. Un Henri Birnbaum extraordinario pedagogo y excepcional profesional que extraía a cada uno lo mejor de sí mismo. Excelente competidor: cuando Birnbaum invitaba a hacer randori con él, el tiempo se detenía y el alumnado dirigía sus miradas hacia aquella pareja tal vez la integrada por el profesor y un campeón de España
.Un ambiente
De compañerismo, igualdad y convicción. No exento de admiración hacia los campeones. Un ambiente de respeto, distendido y solidario, alegre y fraternal y en todo caso emocionante.
.Unos competidores
Con ilusión por mejorar y superarse, por llegar a ser como aquellos campeones legendarios… Pons, Aparicio, Casanovas, Busto, Díaz, Gaspar… O aquella segunda generación con Roviralta, Serna, Nacenta, Costa, Bordas, o los siguientes: Romeu, Orcera, Reyero, Fita, Martinez, Rubio, Olives y los jóvenes que subían, Ventura, Sans, Moretó, Sala, Rubies, Forcadell,… en fin un larguísimo equipo de excelentes judocas (perdonad todos los que me olvido) que si bien no todos llegaron a la cúspide, sí su ayuda fue fundamental para que otros la alcanzasen.
.Unos amigos
Porque aquel roce constante entre compañeros en los entrenamientos, las competiciones, los viajes… ilusión, sudor y satisfacción, son muchos de los ingredientes que hacen florecer la amistad
.Un camino
No es casual que DO quiera decir camino. Sin duda allí el rumbo estaba presente en todo momento: Henri Birnbaum era su máximo exponente y el Judo Barcelona su abanderado.